11/2/11

Don Azpiazu, el director de orquesta que le hizo cantar una rumba a Gardel

Por Carlos G. Groppa
Don Azpiazu


En 1933 Carlos Gardel filma la película “Esperame” en los estudios que Paramount poseía en Joinville, Francia. Dirigida por el realizador francés Luis Gasnier y basada en un libreto de Alfredo Le Pera, llevaba música compuesta por el mismo Gardel, Marcel Lattes, un pianista francés, fallecido en el campo de concentración de Auschwitz, y el músico cubano Don Azpiazú. En la película Gardel cantó la rumba Por sus ojos negros acompañado por la orquesta de Azpiazú, rumba que éste le compusiera ex profeso con letra de Carlos Lenzi y Alfredo Le Pera.

En esos tiempos en que el tango era prácticamete el dueño de París, músicos de otras tierras llevaron sus ritmos tratando de imponerlos, siendo los cubanos los más afortunados.


Uno en particular fue el pianista y director de orquesta Don Azpiazú. Su resonante éxito en Paris motivó a Gardel y sus colaboradores a incluirlo en la película con su Orquesta Típica Cubana (así figura en los títulos).


Poco se sabe de este competente músico que respaldó por única vez a Gardel, en la cumbre de la fama de ambos, y que a su vez éste le cantó un solo tema.


Justo Ángel Azpiazú, luego conocido como Don Azpiazú, nació en Cienfuegos, Cuba, el 11 de febrero de 1893 y falleció en La Habana el 20 de enero de 1943.


Surgido en la década de 1920 y convertido en uno de los más importantes directores de orquesta en su patria, el sábado 26 de abril de 1930 debutó con su orquesta Habana Casino ante un público casi totalmente anglo en el Palace Theatre de New York, y barrió con la audiencia.


Si bien muchos músicos cubanos ya se dejaban oír por allí, Azpiazú fue el primero en lograr un resonante éxito. Llevando como cantante al famoso Antonio Machín -anunciado como el Rudy Vallée cubano-, y una orquesta bailable de 14 músicos vestidos con coloridas blusas tocando trompetas, trombones, saxos, tuba, piano, bajo y una sección de percusión típicamente cubana con instrumentos exóticos para la audiencia -maracas, claves, güiros, bongós, timbales-, más un grupo de bailarinas agitando sus caderas al compás de la sensual rumba, sorprendió a la audiencia. Interpretando canciones que a partir de ahí él hizo famosas, Amapola, Mamá Inés, Marta y Aquellos ojos verdes, tema de Nilo Meléndez que luego se convertiría en recurrente del repertorio musical de las “big bands” de jazz, ese día Azpiazú introdujo por primera vez la auténtica música cubana bailable y dichos instrumentos a la gran audiencia neoyorquina que colmaba la sala.


Culminó la función su interpetación del tema de Moisés Simons El manicero, que según cuanta la leyenda musical, electrizó al auditorio, y al grabarlo se convirtió en uno de los más grandes sucesos en la historia de la música cubana. Causando sensación en plena Depresión, después fue grabado por numerosos reconocidos conjuntos, incluidos el cornetista Red Nichols, Duke Ellington y Louis Armstrong.


El éxito de Azpiazú y su orquesta inauguró una moda por la música cubana -sobre todo la rumba, que prendió muy fuerte durante esa década-, al extremo de que muchas orquestas neoyorquinas estables de los estudios de grabación le agregaron la palabra Habana a sus nombres, y le abrió el camino a Xavier Cugat que cambió su orquesta de tango por una de música tropical.


Parte del éxito de Azpiazú se debió a que, sin dejar de usar auténticos arreglos cubanos, hizo su música accesible a ese público al mezclarla con jazz e incorporar a Chick Bullock y Bob Burke para cantar en inglés, mientras que Antonio Machín lo hacia en español.


La presentación en Broadway de Azpiazú y su orquesta fue menos importante por lo que interpretaba que por la forma en que lo interpretó. Azpiazú le hizo oír al público norteamericano por primera vez la auténtica música cubana bailable usando instrumentos exóticos que se iban a generalizar tanto que su origen cubano es ahora casi olvidado.


El éxito de El manisero si bien no ocurrió de la noche a la mañana, sí fue a consecuencia de la versión de Azpiazú. Tema ya conocido en Cuba desde 1928 a través de la cantante Rita Montaner, cuando en mayo de 1930 lo registró Azpiazú para el sello RCA Victor, el disco no fue puesto a la venta hasta noviembre, dado que los ejecutivos del sello temían que sonase demasiado extraño a los oídos norteamericanos. Incluso Guy Lombardo, director de una de las orquesta bailables más populares del momento, arriesgó a predecir que nunca podría convertirse en un tema bailable popular. A él se le sumaron otros músicos, pues su ritmo los disgustó en un primer momento. Pero el público tuvo la palabra final, y a principios de 1931 El Manicero fue un éxito nacional.


A ello contribuyó el editor de música Edward B. Marks, muy enfocado en la música latinoamericana y que ya había ayudado décadas atrás a imponer el tango en los EE.UU. al editar las primeras partituras tangueras. Marks resolvió el problema del rechazo por parte de los directores de orquestas mediante la edición de una “versión simplificada” en tiempo 4/4. Como consecuencia las grabaciones hechas por famosos y no tanto comenzaron a proliferar, pero la versión de Azpiazú siguió siendo la más brillante. Y si bien el éxito monumental de su grabación provocó una avalancha de canciones cubanas, sus interpretaciones fueron altamente americanizadas. De ahí que el éxito de Azpiazú fue tan importante, pues siendo el estilo de su orquesta mucho más cubano que el de sus imitadores norteamericanos, ayudó a que el público tomara conciencia sobre el leguaje musical de Cuba.


Lo triste en la historia de Don Azpiazú -dado que es muy posible que la rumba no hubiera barrido los EE.UU. sin el éxito de sus canciones-, fue que él nunca se benefició con lo que había logrado.


En 1932 regresó a Cuba después de una exitosa gira por Europa durante la cual, como ya se dijo, grabó su composición Por sus ojos negros con Carlos Gardel e intervino con su orquesta en la película “Espérame” que éste filmó en Paris.


Durante los años siguientes se presentó con regularidad en sala de bailes neoyorquinas, especialmente en el Sevilla Baltimore y el Rainbow Room compartiendo el cartel con la pulida y brillante orquesta Casa Loma, una de las primeras integrada totalmente por músicos blancos.


De carácter obstinado y fogoso, siempre rechazó los estereotipos raciales. Incluso se dice que posteriormente perdió su trabajo en el Rainbow Room, por negarse a tocar sólo música cubana y relegar los temas norteamericanos a la orquesta Casa Loma.


Luego de una larga gira, al volver nuevamente a New York a principio de la década de 1940 para grabar y filmar unos cortos musicales, se encontró con que la escena latina había cambiado demasiado para él, tanto que en 1943, cuando falleció en Cuba de un ataque al corazón, su papel de introductor de la auténtica música cubana en los EE.UU. había sido virtualmente olvidado. Lamentablemente olvidado si se tiene en cuenta que fue el primer líder de una orquesta cubana en mezclar músicos blancos y negros, y el que rompió la barrera del color en los EE.UU. al actuar al frente de una orquesta compuesta por músicos blancos y de color.


No obstante el impacto causado por Azpiazú, su nombre pronto se perdió en las arenas del tiempo. Olvidado en la actualidad, Azpiazú no sólo fue por mucho el responsable de la introducción de la música cubana en los EE.UU., sino el que sentó las bases del hoy llamado jazz afro-cubano●

Bibliografía
- - Del Greco, Orlando. Gardel y los autores de sus canciones. Ediciones Akian, Bs. Aires 1990.
- - Dictionary of Music and Musicians. Grove’s Dictionaries, New York 1998.
- - Giro, Radamés. Diccionario enciclopédico de la música en Cuba. La Habana 2007.
- - Lowinger, Rosa & Ofelia Fox. Tropicana Nights. Harcourt, Inc. 2005.
- - Roberts, John Storm. The Latin Tinge. Oxford University Press. New York 1999
- - Sublette, ned. Cuba and Its Music. Chicago Review Press, Chicago 2004.
- - Yanow, Scott. Afro-Cuban Jazz. Miller Freeman Books, San Francisco 2000.

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